Efectivamente dos devastadores ejemplos de el poder volumétrico de lo plano.
Forjada la primera en una exótica cartulina traída desde los confines del universo y del tiempo, para el deleite de nuestro cruel amo y el segundo ejemplo no menos poderoso creado en plastilina epoxica por orfebres tibetanos que posteriormente fueran segados para evitar reproducir este delicado prodigio del diseño universal.
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